Bitácora
Leave a comment

Top 10: biografías literarias

Bueno, para esta entrada me voy a tomar la licencia de incluir no sólo a autores ocultos, sino algunos incluso consagrados y, digamos, bestsellers literarios (sí, de esos de Anagrama). Hice esta nota sobre biografías porque creo en una literatura de personajes, no de anécdotas. Parece una perogrullada, pero recordaba aquel artículo de Daniel Espartaco donde criticaba que en los talleres de cuento le enseñan a uno que este género se sustenta más en la anécdota que en el personaje (hace poco, una alumna de mi amiga Lola le dijo que «La dama del perrito» era, pese a ser de Chéjov, un cuento de anécdota. Lola la reprobó, claro está). No sé, yo creo que ambas son válidas, sin embargo, si hay opción, yo me voy siempre del lado del personaje.

Este post, pues, es sobre las biografías como relato, no como novelas; no es sobre un escritor biografiando a otro en un novelón que intenta sacar a la luz las cosas que el biografiado nunca escribió sobre sí mismo. Tampoco es sobre la interminable saga de Karl Ove Knausgård o sobre la trilogía biográfica de  Echenoz (Correr, Ravel y Relámpagos), que amo con devoción. Algunas de estos relatos-biografías son de personajes reales y otros, de ficción. Lo que me interesa, vaya, es la manera en que las personas, mediante el lenguaje de otro, se convierten en personajes, porque, he de decir, siempre he pensado que lo que le ocurre a una persona no importa —literariamente hablando, entiéndase—, lo importante es el personaje, a ese sí le pasan cosas, así su vida parezca anodina. Para mí, en eso reside una parte del genio, en poder hablar de uno mismo (en el caso de la autobiografía) haciendo ficción, porque consiste en escindirse y observarse desde afuera, sin juicios ni onanismo literario. La única diferencia entre un personaje real y uno de ficción, cuando está planteado adecuadamente, es que el primero tiene/tuvo un cuerpo físico. Suena tonto, ya sé, pero no lo es tanto si lo piensan. Dentro la página escrita no se diferencian en nada. Diré, por último, que creo que, a pesar de lo contradictorio que pueda sonar, una obra de ficción siempre tiene algo de autobiográfico, y lo mismo al revés, una autobiografía es necesariamente una obra de ficción. Lo pongo a debate de quien quiera. 🙂

Advertidos quedan, les dejo aquí mis libros favoritos de biografías literarias.

Vidas imaginarias, Marcel Schwob

  Es el libro de biografías por excelencia. La agudeza y la claridad, pero sobre todo, la sensibilidad de la prosa de Schwob logra arrojar una nueva luz sobre la vida de personajes tanto célebres y como olvidados en alguna línea de la historia, personajes que existieron, pero que, para fines literarios, pudieron haber nacido en la imaginación del escritor. Poetas, filósofos, putas, magos e incendiarios. Dice Borges que Schwob «inventó un método curioso. Los protagonistas son reales; los hechos pueden ser fabulosos y no pocas veces fantásticos. El sabor peculiar de esta obra está en ese vaivén.»

Mitologías de invierno, Pierre Michon

Doce cuentos a manera de biografías. Los tres primeros se agrupan en la sección «Tres prodigios en Irlanda», los restantes, en «Nueve pasajes del Causse».  Así, Michon divide geográficamente sus biografías, unas en Irlanda y otros al sur de Francia. Entre santas, guerreros enamorados de los libros y príncipes melancólicos, las Vidas de Michón transcurren en una tierra de la que hace mucho fuimos expulsados, la tierra de las grandes épicas, la de los conjuros y los fervores del Medievo, la de las grandes hazañas contadas con ese mot juste que todo narrador persigue desesperadamente.

Vidas minúsculas, de Pierre Michon

En este libro, Michon se arma una autobiografía que transcurre a través de las biografías de los personajes que lo rodearon en su infancia y más allá. Me cautiva el rigor de la prosa de Michon, que tanto si es en biografías breves como las de Mitologías de invierno, como en relatos más extensos, al grado de que lo han calificado de barroco (en el buen sentido, espero, si es que hay un buen sentido) combina la profusión de adjetivos y detalles con el dificilísimo ejercicio de decir lo necesario.

Los Karivan, de Miljenko Jergovich

Advierte Jergovich al inicio que, en el transcurrir del siglo y de las guerras, de los exilios y transtierros, el apellido Karivan pudo haberse convertido en algún otro. Como quiera, Los Karivan es un conjunto de cuentos que, en su unidad, son fragmentos de una saga familiar. Los personajes no siempre se conocieron entre sí, es obvio, puesto que los relatos abarcan un periodo de doscientos años, empezando desde que Bosnia estaba bajo el imperio turco. Pero tienen un rasgo primigenio y un tronco genealógico que los une, todos son descendientes de Iván el Negro. La virtud (involuntaria) de la obra de Jergovich es que se inserta en la historia de manera inevitable, pero hace de esa historiografía parte del acontecer de los personajes, no sólo un marco de referencia, pero tampoco una cualidad determinante. A pesar de lo trágico que pudiera parecer el destino de los Karivan, nunca abandona al lector la sensación de que, cada una de sus vidas está guiada por los principios más básicos de la libertad.

Los nuestros, de Serguéi Dovlátov

Hice ya una entrada sobre Dovlátov, que tiene un estilo y una ironía que me encantan y me hacen reír como si Pichi (mi perro manipulador) me estuviera haciendo cosquillas en los pies. En Los nuestros, Dovlátov, escritor ruso, desdobla brevemente las biografías e historias de los miembros de su familia. Desde su esposa hasta el perro, cada uno de los integrantes de esta familia pasan a trompicones por estas páginas. Y, hay que decirlo, no todos son personas decentes. Me parece un insulto cuando alguien dice que tal o cual obra es un reflejo de la realidad, de tal época o lugar o acontecimiento, porque creo que la literatura no refleja, sino que interpreta esas realidades. Así que diré que Los nuestros es una magnífica e irónica interpretación del horror estalinista, pero sin lágrimas ni azotes, que para eso tenemos otros tabicones igualmete deliciosos.

«Una breve semblanza de A. Darmólatov», de Danilo Kis

  Este no es un libro, sino uno de los relatos que se incluyen en Una tumba para Boris Davidovic, de Kis. Tengo una enorme deuda con este autor y en particular con otro libro suyo que se llama La enciclopedia de los muertos, cuyo relato principal, el que da título al libro, habla de una enciclopedia de la vida de todas las personas que no aparezcan en las otras enciclopedias, es decir, el relato de una obra que contiene todas las vidas del mundo. «Una breve semblanza de A. Darmólatov» habla del poeta maldito Darmólatov, y, de una manera bien borgiana, se aleja y se acerca a la vida de este hombre hasta descubrir los prodigiosos detalles y bocanadas de vida que hacen de una biografía quizás común y corriente un acontecimiento extraordinario.  

Historias Falsas, Gonçalo Tavares

La particularidad de Historias falsas es que, en cada una de ellas, Tavares nos cuenta una vida alternativa de personajes archiconocidos o de personajes cercanos a los archiconocidos, o simplemente otra versión de los célebres. Bajo la premisa de la brevedad, Tavares retrata a estos personajes en los actos más sustanciales de sus vidas, los mismos que, a partir de cierto punto, los llevaron a su perdición.

Mujeres preclaras, Bocaccio

Como ya hice una entrada sobre este libro, mejor les dejo el enlace aquí.

Inquisiciones/Otras inquisiciones, Borges

Este no es un libro precisamente de autobiografías (ni es uno, son dos), pero en este par se incluyen algunas que vale la pena leer. Pareciera que el tema de Borges está súper sobado y que ya todo mundo dijo lo que tenía que decir y cada quien decidió si lo ama o no. Alguna vez, en una tutoría un estudiado compañero que amaba el siglo XIX decía: Ya chole con Borges. Pero no, Borges es uno de esos padres a los que uno vuelve después del parricidio, es decir, cuando uno aprende que los mayores, después de todo, sí tenían razón. «Norah Lange», «Ascasubi», «Torres Villarroel», «Sir Thomas Browne», «Quevedo», «Nathaniel Hawthorne», uf. Más que biografías en el estricto sentido, Borges escribe semblanzas ensayístico-narrativas, si se me permite el esperpento. La adjetivación de Borges, la genialidad para encontrar el sustantivo imposible, y la sutileza para transmitir, mediante pequeños actos mínimos, la vida de un personaje en sus pequeños rasgos maravillosos es algo que sólo es imitable, y nos convierte a todos los lectores babeantes en epígonos.

Aquí tendría que ir el libro de biografías número 10

Pero he querido dejarlo en blanco para que alguno de ustedes, lectores, proponga un libro y enriquezcan mi biblioteca biográfica. Además, tengo un mar de trabajo y si no empiezo ya, voy a dormirme, de nuevo a las 2 de la mañana  y eso no es de Dios. Si ustedes tienen libros de biografías que amen, no sean díscolos (así decía mi tía para referirse a alguien mezquino, luego me enteré de que díscolo signigicaba difícil en griego, pero no me importó) y pasen la recomendación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.