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Imperium · Edy Bravo

Edy Bravo, nació en la Ciudad de México el 11 de noviembre de 1982. Ha incursionado en múltiples áreas entre las que se encuentran teatro, escritura, arte, poesía, coaching, producción, dirección, psicología, entretenimiento, servicio al cliente, innovación, espiritualidad, tecnología, diseño, marketing y muchas otras.
Cada uno de sus libros representan a su manera una de las múltiples facetas del autor, el primero, La Era de la Consciencia nos muestra distintas formas de interpretar diversos conceptos cotidianos desde una perspectiva espiritual y de unión, en la novela Imperium - El Despertar, nos lleva a través de un mundo lleno de aventura y suspenso, mientras nos habla de conceptos de mayor relevancia a través de la vida y las experiencias de sus personajes, su libro más reciente Vive Bajo TUS Propias Reglas, nos lleva a través de su propio proceso de redescubrimiento personal, donde con humor y ligereza relata y nos muestra cómo traer a la conciencia nuestros personajes de vida, resignificar nuestras historias y reevaluar nuestras reglas y creencias más arraigadas.

IMPERIUM – El Despertar

(Capítulo 1)


Luciana despertó de un sueño muy extraño, se estiró con suavidad y volteó hacia la izquierda, para mirar por la ventanilla del avión, podía ver las nubes y las luces de París iluminando el paisaje nocturno. «¡Por fin llegamos! Qué hermosa e imponente es», pensó con emoción. Podía observar los diagramas dibujados por líneas convergentes que definen las calles aledañas, los puentes que acompañan en su trazado serpenteante al río Sena y en el centro de la hermosa vista, como un gran faro, iluminando todo a su alrededor, pudo finalmente ver la Torre Eiffel. «Es maravillosa, la había visto en fotografías y videos, pero no imaginé lo imponente e impresionante que se vería», pensó para sí misma. «Cómo me gustaría que Tom estuviera aquí conmigo, es la ciudad del amor y prefirió quedarse a…»
Cuando, de pronto, un ruido ensordecedor irrumpió sus pensamientos, el avión se estremecía y podía ver cómo todo volaba a su alrededor, cayeron las máscaras de oxígeno y se encendieron los anuncios del cinturón de seguridad, las azafatas corrían hacia los asientos ubicados en el fondo y al frente del avión y se ajustaban el cinturón de seguridad. Se escuchó una voz masculina que resonó por todo el avión:

—Estimados pasajeros, estamos experimentando dificultades técnicas, les rogamos mantener la calma —dijo el piloto.

Luciana sintió cómo el avión comenzaba a caer, podía sentir en su estómago un vacío similar al de una montaña rusa, todo daba vueltas, detectó un fuerte olor como a quemado, comenzó a escuchar los gritos de los demás pasajeros, seguidos de un zumbido extraño e intenso y de pronto nada… Todo se volvió obscuro, no podía ver, ni sentir nada.

Era como si alguien hubiera apagado las luces y las sensaciones del cuerpo, no había nada, solo sus propios pensamientos, de pronto, a lo lejos, pudo ver una luz. «¿Es esto lo que dicen que se siente al morir?», pensó. La luz se acercaba y se volvía cada vez más intensa y brillante, pero por alguna extraña razón no le lastimaba los ojos, ni le preocupaba, sintió cómo una mano tomaba la suya, volteó y pudo vislumbrar cómo se formaba una figura que le resultaba familiar; era Nona, su abuela, había fallecido varios años atrás, al verla se alegró mucho y le dijo:

—¿Nona?, ¿de verdad eres tú?, ¿qué pasó? De pronto estaba en un avión y todo empezó a volar y… ¿Estoy muerta? —Nona la vio con gran amor y ternura, le dijo:
—Todo en su momento mi niña, todo en su momento, por ahora lo importante es que hablemos un poco de tu vida.
—¿O sea que sí me morí? —dijo Luciana con tristeza.
—Todo en su momento, no es necesario ser impacientes, muéstrame un poco de tu vida —contestó con amor.
—¿Mostrar? —Se quedó pensativa un segundo, de pronto, como si hubiera una pantalla de cine frente a ella, comenzó a ver cómo iba pasando su vida, era algo instantáneo sobre lo que no tenía ningún control, pero tampoco lo buscaba.

Pudo ver su niñez, los momentos cuando jugaba con su hermano, las visitas a la casa de la abuela Nona y cómo se divertían juntas. —Eso la alegró—. Después pudo ver el funeral de Nona, y cómo a raíz de eso, la relación con su hermano y sus padres se fue debilitando, vio su primer beso, las veces que se escapaba de casa para irse de fiesta, su graduación de la carrera de medicina, su primer departamento; que consistía en un principio solamente de cajas de cartón que utilizaba como muebles y un colchón inflable dónde dormir, su entrevista de trabajo en el área de pediatría del Hospital Ángeles, después, pudo ver el día que conoció a Tom. Escuchó:
—Doctora Torres, Doctora Torres, se solicita su presencia en urgencias.
Se vio a sí misma en la pantalla tomando sus cosas y dirigiéndose a urgencias, en una de las camas del fondo pudo ver a Tom, un joven alto y delgado, con el cabello y los ojos negros como la noche, lo que combinaba muy bien con su tez blanca y rasgos europeos, era una vista agradable para Luciana.
—¿De nuevo aquí? —preguntó Luciana con ternura, lo había visto la semana anterior, mientras ella atendía a un niño que había ingresado a urgencias.
—Sí, moría por verte, por eso me he roto una pierna, te vi la vez pasada y no me atreví a hablar contigo, pero tenía que regresar.
—Bueno, hubieras preguntado por mí en la recepción, no era necesario vernos en la sala de emergencias.
—Tenía que llamar tu atención —le dijo y rieron.

En ese momento la imagen de nuevo comenzó a acelerarse, pudo ver su primera cita, el primer beso, el día que se mudó con ella al apartamento, la primera pelea, las fiestas y las escenas de celos, las veces que lo esperaba despierta pero no volvía a casa, las ocasiones cuando regresaba tomado y la golpeaba, el maquillaje que tenía que usar para cubrir los moretones y las heridas, las veces que le rogó a Susana que la curara; pero, que no dijera nada en el hospital.

Nona simplemente la miraba con mucho amor, se veía en sus ojos que no había juicios ni recriminación alguna. Le preguntó:

—¿Qué piensas de eso mi niña?, ¿qué piensas de tu vida? —Luciana se quedó pensativa por unos momentos, después dijo:
—Creo que es como tiene que ser Nona, Tom me necesita, no sabe vivir sin mí y me pega porque me ama, a veces lo merezco.
—¿Eso crees? Bueno, déjame mostrarte algo, no se supone que debas conocer esto hasta que llegue tu momento definitivo, pero creo que en tu caso es necesario —le dijo con amor.

En ese momento la luz que brillaba a lo lejos comenzó a acercarse más y más, a través de ella Luciana comenzó a ver un hermoso valle, y la silueta de algunas personas, cuando se acercó más, pudo distinguir a su abuelo Tito, a su tío, dos de sus amigos que habían fallecido y algunas otras caras que le resultaban sumamente familiares; pero que no lograba recordar de donde, todos estaban ahí para recibirla amorosamente.

—Este es el lugar donde esperamos nuestro regreso a la vida, aquí compartimos nuestras experiencias humanas y lo que aprendimos en el mundo físico, normalmente no entramos hasta que ha llegado nuestro momento definitivo, pero creo que te haría bien pasar unos instantes en él —dijo Nona.

Cruzaron la barrera que los separaba y entraron a la luz. Luciana podía ver cómo todo era más brillante, daba una sensación de limpieza y pureza absoluta, se sentía rodeada de amor, lo único lo que vibraba en su ser era amor, un amor tan intenso, que no recordaba haberlo sentido así en vida, era un lugar brillante y hermoso, tenía vida por todas partes; aves, conejos, flores y árboles conviviendo en perfecta armonía.

A lo lejos pudo ver una ciudad brillante, como sacada de un cuento de hadas, de un color dorado muy particular. La recibieron con abrazos y besos, ella podía sentir cómo todo lo que la rodeaba era simplemente amor. Se sentía tan plena, tan feliz, como si hubiera estado de viaje muchos años y al fin regresara a casa.

—¿Ahora lo sabes? Lo has podido sentir, ¿cierto? —le preguntó Nona, mientras la miraba tiernamente.
—Sí Nona, gracias.
—Bueno mi niña, es hora de irnos. Que lo que hayas aprendido aquí te sirva para vivir y compartir.
—¿Tengo que irme Nona?, ¿no puedo quedarme aquí contigo?
—Es tu decisión, pero si te puedo decir que aún te faltan muchos momentos de aprendizaje y felicidad, hay algo que tienes que hacer antes de terminar y regresar aquí, no te preocupes, te estaremos esperando; el tiempo no existe en este lugar.
—Está bien —dijo Luciana con resignación.
—Hasta pronto, mi niña amada, escucha a tu corazón —le respondió Nona con mucho amor.
De pronto sintió que una fuerza invisible la jalaba, vio cómo todos se despedían de ella, la luz y el hermoso lugar iban quedando atrás, no tenía la sensación que normalmente tenemos al caer, pero veía cómo el mundo iba tomando forma, podía ver las nubes y el paisaje de París, los diagramas que dibujan las calles y los puentes del río Sena, la Torre Eiffel, hermosa e imponente como aquella noche, recordó el momento en el avión; pero aún no lograba entenderlo. Vio un helipuerto, un estacionamiento lleno de automóviles y un techo de color verde esmeralda, blanco y rojizo que le recordó por un instante a la bandera de su país, se precipitó hacia él sin poderlo controlar, «ahora sí me mato», pensó. Pero para su sorpresa lo atravesó como si fuera solo un holograma, podía ver todo y escuchar todo alrededor de ella, se encontró cruzando una sala de operaciones, un vestíbulo de enfermeras y reconoció de inmediato que era un hospital, no el suyo por supuesto, pero no es algo que cambie mucho de país a país.

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