No me explico por qué Magda Szabó no es, ni de lejos, tan célebre ni tan leída como Sándor Márai o como Imre Kertész entre los lectores de habla castellana. Probablemente en Hungría sea una escritora de cajón, como para nosotros son figuras como Marguerite Yourcenar o Virginia Woolf, no sé, lo digo sólo por ejemplificar. Decía que no me lo explico, pero sí: entre Magda Szabó y nosotros, pobre lectores voraces, hay (a pesar de los múltiples premios de esta escritora) toda una industria editorial de distancia. Es lamentable.
Magda Szabó fue una revelación. Es una escritora profusa y certera. Reúne en sus novelas dos virtudes irreemplazables para quienes las han conocido: la sensibilidad adquirida mediante una profunda observación del comportamiento y el sentir de las personas, y la potencia que encierran esos pequeños actos y palabras cotidianas. Eso es: potencia y sensibilidad.
Quizás la obra más conocida de Szabó sea La puerta, publicada en 1987 y que fue la última novela de la autora. Este relato ahonda en la relación entre una escritora y su criada. Me es difícil hablar de esta novela porque tiene tantos niveles, tantas sutilezas y tanta fuerza, que cualquier cosa que pueda escribir se quedará corta y no hará honor a lo que quiero explicar. Pero aún así intentaré justificar por qué creo que todos deberíamos correr a leer cualquier cosa que encontremos de Szabó.
Magda Szabó construye monumentales épicas sobre las pequeñas cosas. En La puerta, los desencuentros entre la narradora y Emerenc, quien le ayuda con el orden y limpieza de la casa, encadenan los pequeños eslabones de un relato conmovedor sobre la lealtad, la amistad y, bueno, los vínculos profundos e indescriptibles que se establecen entre dos personas. La novela está escrita en clave autobiográfica, en primera persona. La narradora se llama Magda y es escritora, y el primer capítulo inicia con una terrible confesión: «Yo maté a Emerenc». Entonces, desde las primeras páginas sabemos que Emerenc va a morir. En otras palabras, conociendo el desenlace, la novela se centra en el entrañable retrato de esta misteriosa mujer, con manías desconcertantes y fuerte carácter, con una historia trágica, pero que en ningún momento pretende convertirse en víctima. Además, y esto es muy importante, Szabó explora el cambio de papeles en una relación en la que, normalmente, quien tiene el poder es la señora y quien obedece es la criada. Aquí es al contrario, pero no tanto en el sentido de las jerarquías sociales, sino en las morales: Emerenc es moralmente superior a todos los personajes que se presentan en la novela, además de que, paradójicamente, es el personaje más independiente y más libre de todos. Su poder sobre los demás reside en esta característica. Emerenc tiene una obsesión que es la base de toda la historia. La criada vive en un departamento al cual no deja pasar a nadie. Cuando recibe a sus amigos o a su familia, lo hace en una especie de antesala o de porche (la traducción es confusa al respecto). Nadie ha visto lo que hay al interior de las cuatro paredes de su departamento, aunque cada quien tiene sus teorías. El título, obviamente, hace referencia a esa puerta, que es también una metáfora de la propia Emerenc.
No recuerdo haber leído algo que se parezca a lo que escribe la Szabó, esas cuitas domésticas impregnadas de la potencia arrolladora de una épica moderna, y sin que resulte exagerado o que el narrador se regodea en nimiedades con apariencia de gestos trascendentales. No, aquí cada mirada, cada palabra, cada silencio entre estas dos mujeres equivale a una declaración, que una entiende perfectamente y la otra a veces no tanto.
Otra característica de este tipo de prosa es que, cuando un narrador (particularmente uno que es escritor) describe a otro personaje, por lo general, lo que hace es narrarse a sí mismo mediante la intervención de ese otro personaje. En este sentido, la narradora de La puerta es generosa, pues desde el principio queda claro que la historia no se trata de ella, de su actividad como escritora o de lo trágica que es su vida (o whatever), sino que está dedicada completamente a Emerenc, y eso no es una trampa. Más allá de eso, Magda Szabó es una de las escritoras más honestas que he encontrado, sin impostaciones, sin fuegos artificiales ni trucos ingeniosos para acaparar la atención del lector. Como decimos J. y yo, sin «bellotinadas» (ya sabrán en honor a qué famosillo «escritor», que es el extremo contrario de figuras como la Szabó, Dios la tenga en la gloria).
Otra novela de Szabó es La balada de Iza, que cuenta la relación también entre dos mujeres, en este caso, la madre y la hija, y que empieza el día en que muere el padre de Iza, quien decide llevarse a su madre a vivir a Budapest para que no se quede sola.
También pueden encontrar otra novela que se llama Calle Katalin. Ésta habla, en pocas palabras, del pasado, del tiempo, de un siglo convulso, vaya, de envejecer.
Les dejo aquí la primera página de esta novela, díganme si no es un gigante esta mujer. La amo incondicionalmente.
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