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Madame de Staël

Celebrada por su elocuencia dialéctica, Anne Louise Germaine Necker, Madame de Staël-Holstein (su nombre completo) creó obras literarias, tanto críticas como de ficción, que dejaron su huella en el Romanticismo europeo. Viajó mucho y conoció a numerosos políticos, artistas y escritores, y fue reconocida por su cosmopolitismo y su feminismo discreto.

Germaine Necker era la única hija de Jacques Necker, destacado banquero suizo y director general de Finanzas del rey Luis XVI de Francia, y de Suzanne Curchod, también de origen suizo, que regentaba uno de los salones más populares de París.

Nacida y criada conforme a los principios liberales del filósofo Jean-Jacques Rousseau, participaba regularmente en el salón de su madre. A la temprana edad de 13 años, ya había leído a Montesquieu, Shakespeare y Dante.

Con 20 años, se acordó su matrimonio con el barón Erik Magnus Staël von Holstein, un diplomático sueco en Francia.

En 1788, publicó su primera obra Lettres sur les ouvrages et le caractère de J.J. Rousseau [Cartas sobre las obras y el carácter de J.J. Rousseau].

De Staël empezó gradualmente a participar en la política y, en mayo de 1789, se unió a las reuniones de los Estados Generales en Versalles, una asamblea general que representaba a los estados franceses del reino: el clero, la nobleza y la plebe.

En ese momento, el gobierno francés se enfrentaba a una gran crisis económica en la que su padre tuvo un papel destacado. Tras un conflicto, Luis XVI lo despidió y desterró, lo que provocó una gran agitación entre la población parisina y dio lugar a la toma de la Bastilla, el comienzo mismo de la Revolución Francesa. Necker tuvo que huir a Suiza, ya que también los revolucionarios empezaron a atacarlo.

Madame de Staël se quedó en París, en donde los privilegios como consorte de un embajador la protegieron. Esto le permitió continuar con la actividad de su salón, frecuentado por moderados (entre ellos el obispo Talleyrand, que era muy activo políticamente) y por monárquicos.

Tras el anuncio de la Constitución Francesa de 1791 en la Asamblea Nacional, ella decidió mantenerse alejada de la política. «Las bellas artes y las letras ocuparán mi tiempo libre», anunció.

Tras la declaración de la República Francesa el 21 de septiembre de 1792, las crueles atrocidades de la Revolución fueron en aumento y De Staël trató de huir con todo su séquito. Su carruaje fue interceptado y la multitud la obligó a ir al ayuntamiento de París, en donde residía Robespierre, una de las figuras más conocidas e influyentes vinculadas a la Revolución Francesa. Ordenó su detención e interrogatorio pero, finalmente, le permitió marcharse de la ciudad con un nuevo pasaporte.

De Staël reflexionó posteriormente sobre la Revolución en su novela Delphine, en la que recordó los arrestos, la violencia y el destino de los emigrantes.

De Staël se encontró con Napoleón en dos ocasiones. Concluyó que era «un tirano despiadado que consideraba a los individuos como peones en un tablero de ajedrez que él controlaba».

En Considérations sur les principaux événemens de la révolution françoise [Consideraciones sobre los principales acontecimientos de la Revolución Francesa] afirma: «[Bonaparte] me intimidaba constantemente cada vez más. Tenía la confusa sensación de que ninguna emoción del corazón tenía efecto en él».

Tras la publicación de De la littérature considérée dans ses rapports avec les institutions sociales [La influencia de la literatura en la sociedad], su primer acercamiento filosófico a Europa, quedó patente que el primer hombre en Francia y De Staël no se llevaban bien. A Napoleón no le gustaba su determinismo cultural y sus generalizaciones. Para él, una mujer debía dedicarse a tejer.

Bonaparte no es solo un hombre, sino un sistema, (…). Por lo tanto, hay que examinarlo como un problema mayor, cuya solución tiene relevancia para el pensamiento de todas las edades.

Madame de Staël, Consideraciones sobre los principales acontecimientos de la Revolución Francesa

Mientras tanto, la extensa red de conexiones de De Staël, en la que había diplomáticos extranjeros y conocidos oponentes políticos, levantó las sospechas de Napoleón ante una posible conspiración. En octubre de 1803, la obligó a exiliarse sin juicio. Se fue a Alemania «por orgullo», con la esperanza de poder regresar lo antes posible.

De Staël visitó Weimar, Leipzig y Berlín, y conversó con muchas personas prominentes. Goethe se refirió a ella como una «mujer extraordinaria», mientras que Schiller elogió su inteligencia y elocuencia.

Cuando su padre murió en abril de 1804, se llevó a su familia a la propiedad que su padre tenía en Suiza.

En diciembre de 1804, De Staël viajó a Italia, en donde desarrolló todavía más su teoría de la diferencia entre las sociedades del norte y del sur. Estos viajes se convirtieron en la base de su libro Corinne, ou L’Italie [Corinne, o Italia], en el que enumeró todas las obras de arte italianas que fueron saqueadas por Napoleón y llevadas a Francia. Una vez más, Napoleón ordenó que volviera a Suiza, en donde convirtió su hogar en un club de debate para otras personas desterradas y hostiles para Napoleón. Stendhal la describió como «el cuartel general del pensamiento europeo».

Durante un tiempo, se desplazó constantemente y estuvo trabajando en una de las obras más influyentes del siglo XIX, De l’Allemagne [Sobre Alemania]. A partir de sus conversaciones con Goethe y Schiller, presentó la idea de Alemania como modelo ético y estético, y alabó su literatura y filosofía.

Tenía la determinación de publicar el libro en Francia, ya que también puso en tela de juicio las estructuras políticas francesas, criticando indirectamente a Napoleón. Por esta razón, Napoleón exilió a De Staël una vez más.

Tras cuatro meses de viaje, llegó a Suecia, en donde comenzó a escribir Dix années d’exil [Diez años de exilio], una descripción de la gente que había conocido y las cosas que había visto. No llegó a terminar el manuscrito. En su lugar, se fue a Inglaterra, en donde se reunió con Lord Byron.

Para Byron, ella era la escritora viva más importante de Europa, «con su pluma detrás de las orejas y su boca llena de tinta». También escribió que «a veces tenía razón y a menudo se equivocaba sobre Italia e Inglaterra, pero casi siempre certera en la definición del corazón, que no es más que una nación de ningún país, o mejor dicho, de todos».

En mayo de 1814, justo después de que Napoleón se exiliara a la isla de Elba, De Staël regresó a París, empezó a escribir de nuevo y recuperó su salón. Sin embargo, cuando se conoció la noticia del regreso de Napoleón a suelo francés en 1815, volvió a huir a Suiza. Tras la derrota definitiva de Napoleón y su abdicación, se marchó a Italia por cuestiones de salud. A pesar del declive de su buena salud, regresó a París, en donde murió el 14 de julio.

Su legado político se ha identificado generalmente como una férrea defensa de los valores republicanos y liberales: la igualdad, la libertad individual —especialmente para las mujeres— y la limitación del poder en virtud de las normas constitucionales.

A lo largo de toda su vida, De Staël insistió en que necesitaba la política para sobrevivir. Si bien su opinión sobre la corrección del compromiso político femenino variaba en ocasiones, solía declarar abiertamente que negar a las mujeres el acceso a la esfera pública del activismo y el compromiso era una agresión a los derechos humanos.

*Biografía extraida de Europeana.

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